domingo, 4 de diciembre de 2016

La migración de las aves

Andorina o golondrina común.
             Pasa el invierno en la mitad sur de África
          y vuelve todos los años a Europa para
             construir sus nidos.



Estaba sentada en el borde de su ventana observando una bandada de pájaros atravesando el cielo cuando un sentimiento de libertad la inundó. Eso era lo que ella quería. Ser libre.

No libre en el sentido de estar sola, o en el sentido de no tener ataduras. Libre en el sentido de poder elegir. Poder volar lejos, muy lejos, migrar. Y libre de poder volver, o no, o tardar más.

                  Y esa libertad la quería en todos los sentidos, y la había conseguido en muchos de ellos, pero a veces se le había escapado. Tanto porque se la habían ido quitando poco a poco, como porque ella misma la había guardado con tal de poner otras cosas por delante: como el amor. Pero pensando sobre eso, ¿no debería darte el amor alas para volar? ¿Cómo algo tan bonito y mágico podía hacerte pensar que no eres libre?

                  Si algo había aprendido durante los últimos años, y sobretodo en aquel último año, era que había muchísimas formas de amor, de amar. Había personas capaces de besarte con una sonrisa, personas capaces de entenderte sin conocerte, personas con manos que erizaban la piel y la calmaban a la vez, personas con ojos tan azules que podías nadar en ellos… tantas personas, cada una con su historia, y cada una con su forma particular de amar.

                  Ella había experimentado muchas de esas formas de amor, y las adoraba todas. Pero tenía una preferida, y tenía que ver con ella misma: el amor libre. Ese en el que la otra persona confía en lo que siente, en el que sabe lo que vale él, y lo que vale ella, y te deja ir. Te deja que vueles lejos, muy lejos. Que migres, que descubras, que te ayuda a llegar aún más lejos, y que a la vez espera que vuelvas. No porque confíe en ti, o en lo vuestro, sino porque confía en lo que siente él. En su propio amor.

                  No se trata de meter el amor en una jaula, para admirarlo o tenerlo a tu lado. Se trata de ayudarle a que vuele más lejos, donde nunca había llegado. Ser sus alas y a la vez su hogar. Eso es amor.

                  Y ese amor es el que tienes que tener por ti mismo antes de nada. Dejarte ser libre, porque tú eres donde empieza todo el amor. Y donde termina.

PD: Ojalá que esa chica encuentre en algún momento a alguien que entienda esa forma de amar en libertad y la deje volar. Lejos, muy lejos.

Lluna Platejada

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