viernes, 25 de enero de 2013

El Faro: Parte III

-¿Qué hace aquí? – preguntó ella con una mezcla entre decepción y sorpresa. No se espera que el cartero pasara por allí.
-Veo que su poder de observación ha quedado mermado por la soledad –dijo el cartero con insolencia, mientras le entregaba una carta. “Vaya con el cartero” pensó Luna. Lo cierto es que le resultaba muy familiar.
-¿Puedo invitarte a tomar algo? – ni ella se creyó lo que le había preguntado. ¿Acaso quería que aquel extraño invadiera su intimidad? Y se arrepintió de habérsela formulado, mas no quería recibir un no por respuesta. En el fondo le agradaba ver a otra persona.
-La verdad es que me apetece un vaso de agua – dijo a la vez que entraba y se acercaba a acariciar a la perra de Luna.
-Nunca había pasado un cartero por aquí. ¿Por qué ahora? – dijo ella.
-Porque no tenías correspondencia – dijo él, como si fuera lo más normal del mundo. Que lo era. Con la llegada de internet, ya casi nadie recibía sus facturas en papel, y mucho menos cartas de otras personas.
Luna no dijo nada, y se dirigió pensativa hacia la cocina, a por el vaso de agua. Cuando volvió, descubrió el bolso tirado en el sofá, y aquel cartero desconocido sentado en el suelo acariciando a la perra mientras observaba las estanterías llenas de libros.
-Y bueno, ¿cómo te llamas? –preguntó ella con curiosidad mientras le tendía el vaso.
-Me llamo Kristian. Con k
-¿Por qué con K? ¿De dónde eres?
-Soy del País Vasco, pero ya ves las vueltas que da la vida. – En ese momento, Luna recordó que el chico que conoció aquel verano hace tantos años era del norte también. Nunca llegó a decirle cómo se llamaba, se refería a él como “Sol”, y por eso nunca pudo saber nada más de él. Pero este chico no era aquel, no tenía el pelo oscuro, sino una mezcla entre rubio y castaño claro. Sin embargo, sí que tenía unos ojos bastante parecidos, de un color entre azul y verde. 
-¿No me vas a preguntar cómo me llamo? – dijo ella
-Si no me lo supiera no estaría aquí, entregándote unas cartas con tu nombre y apellidos. – contestó él. “Mierda Luna, estás espesa, ¿qué te pasa? Qué lenta eres… Agh, pero él tampoco tiene por qué ponerse así. No me cae bien” pensó ella
-Bueno, si no te importa, tengo muchas cosas que hacer – dijo ella dando una muestra clara de que no le había sentado bien lo que dijo el chico.
-¿Sí? Aquí no hay mucho que hacer, la verdad. – dijo él con insolencia, intentando hacer saltar a la chica para que se enfadara. Le gustaba hacerla rabiar.
-Trabajar, no como otros. – se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta principal. La abrió y añadió:
-Que pase usted un buen día, y gracias por traerme la carta- “es verdad, la carta. No había pensado en ella. “¿Quién me había escrito?”
El cartero dejó de acariciar a la perrita, recogió el bolso y se dirigió a la puerta. Se puso en frente de ella y le dijo:
-Sigues siendo tan antipática como cuando te conocí. Y tus ojos siguen siendo igual de preciosos – dijo él mientras cogía la puerta y la cerraba tras de sí, con delicadeza.
“¿Qué? ¿A qué venía eso? Pues si piensa que le voy a preguntar, va listo. Aghh” pensó Luna. La perrita se acercó a ella y le rozó la pierna con delicadeza, para que la sacara a pasear.
Mientras paseaba a la perra, pensó “Será idiota el Kristian ese. ¿Qué se creerá? ¿De qué me conocerá? Agh, lo peor es que el chico es tan interesante…”.
-¡La carta! – gritó Luna en mitad del paseo con su perra. Y puso rumbo a la casa, para verla lo antes posible.
Luna Plateada


Me pregunto qué habrá en la carta.

1 comentario:

  1. Hummm, Kristian con K y del norte. Demasiadas coincidencias...
    Deseando averiguar qué pasa con ellos.
    Un saludo.

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